Nochevieja

Aquel año estaba deseando que llegara el final. Era hora de comprobar que las cosas podían cambiar y, no había mejor momento, que el comienzo de un nuevo año. Iba a tomarme a pie de la letra aquello de «año nuevo, vida nueva». No pensaba quedarme sin hacer todo lo que me diera la gana, me comería el miedo para poder hacerlo posible y me comería el mundo para lograr todo aquello que me proponía.

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Aquella noche, antes de las doce campanadas me propuse conquistar al chico que estaba sentado enfrente de mí. Estaba harta de que todo el mundo pensara que no era capaz de ser una caradura, de que pensasen que siempre sería la misma.

Y casi como si fuese La Cenicienta, antes de que dieran las doce, estábamos los dos en uno de los baños, saboreando nuestras lenguas con tanta ansia. Mis medias, mis bragas, sus pantalones y calzoncillos por nuestros tobillos. Yo con los tacones puestos y él, sin saber que hacer con mi vestido.

Despeinados, ruborizados, acalorados y sedientos salimos de aquel baño. Él con una conquista más. Yo, con mi mayor temeridad, mi mayor logro y placer. Al fin había algo bueno antes de que acabara el año.

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